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SINOPSIS: Clara Evans queda horrorizada cuando descubre la lista negra de «libros prohibidos» propuesta por el director de la Academia Lupton. Las novelas icónicas que figuran en ella han sido retirados de la biblioteca y no están permitidas dentro de las instalaciones del instituto. Y a cualquier estudiante que atrapen con alguno de estos libros deberá enfrentar un severo castigo. Muchas de estas historias han cambiado la vida de Clara, es por eso que no piensa quedarse de brazos cruzados viendo cómo el director abusa de su poder, y decide tomar medidas.Dentro de su taquilla, Clara comienza una biblioteca clandestina, y hace transacciones con libros como ¡Habla! o La guerra del chocolate. Pero cuando uno de sus libros más preciados queda unido a una tragedia inesperada, se ve obligada a asumir su papel en toda esa situación. ¿Será capaz de hacer las paces con sus sentimientos en conflicto, o luchar por esta causa noble será demasiado difícil de soportar para ella?
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La biblioteca prohibida del sello Puck de Ediciones Urano nos trae una historia que, como su nombre bien lo dice, viene a hablarnos de aquellos libros que han sido prohibidos. De los motivos que tienen las personas que censuran literatura y las consecuencias detrás.
Clara creía que su último año de instituto sería divertido, pero el primer día descubre una lista de 50 títulos censurados en la biblioteca, entre ellos varios de los libros que cambiaron su vida. Es por esto que termina teniendo en su poder todos estos ejemplares y decide no quedarse de brazos cruzados mientras esas historias que ama son consideradas como algo malo.
“Los libros son salvajes, no puedes controlarlos. Las personas son salvajes, tampoco puedes controlarlas. Júntalos y no puedes saber lo que ocurrirá.”
Lo primero a rescatar tiene que ver con la prosa y el estilo de los capítulos. Este es uno de esos casos en que la narración en primera persona está bien justificada porque seguimos cada pensamiento de Clara, no solo en su fondo, sino que también en su forma. Podemos leer sus obsesiones, sus nervios o la forma en que su mente no deja ir ciertas ideas, por medio de párrafos con repeticiones, listas, chats o capítulos que no son una narración sino que punteo de ideas, de frases o incluso citas de sus libros.
Algo que maneja muy bien el autor es la idea de que los libros sí que tienen poder, pero que al final todo recae en nosotros, los lectores que somos los verdaderos responsables. Las palabras pueden mover el mundo, pero para eso nos necesitan a nosotros, y no tenemos que darles más responsabilidad de la que tienen porque siguen siendo objetos que necesitan que interactuemos con ellos.
“El problema es que nos ponemos a nosotros mismos en las páginas, con todo nuestro ser. Cada oscuridad, cada luz, cada pasión, cada herida. Leemos con todas las capaz que constituyen quienes somos actuando como filtros. Leemos con todo lo que nuestros ojos han visto y con todo lo que ha sentido nuestro corazón desde que nacemos. Con una humanidad tan densamente constituida, no podemos ser nosotros los encargados de que alguien malinterprete un libro. Y no pueden ser los libros los encargados de asegurarse de que las personas no se maten o no odien a alguien, o que quieran a alguien… o incluso que decidan ser presidentes. Lo que hacemos, antes y después de leer, es nuestra decisión, es algo que nosotros elegimos. Y esa elección es la libertad”
Al mismo tiempo en que se habla de la importancia de los libros, tampoco romantiza la idea de los lectores detrás. El libro parte con Clara teniendo una clásica superioridad moral lectora, pero no tarda en enfrentarse a la realidad y en entender que las personas son distintas, el dolor no discrimina estatus y que incluso aquellas personas que viven de leer pueden tener prejuicios dañinos contra otras. Ese fue el factor determinante con la historia, la evolución personal de Clara. No es una historia de cómo alguien se enamoró de los libros, sino que la historia de alguien que tuvo que poner a prueba sus creencias y la forma en que se construyó a sí misma con base en historias. La vemos dudar, arrepentirse, ser egoísta y prejuiciosa, pero también aprender a pedir perdón y abrirse a nuevas ideas, quizá opuestas a las que ella misma tenía.
No vamos a negar que el libro sigue una estructura bastante cliché y que ciertos momentos son predecibles o emotivos de una forma casi cinematográfica, pero al mismo tiempo logra transmitir su mensaje con claridad y volverse una historia bonita de leer y compartir. Es un libro que deja una sensación agradable al terminar y que lleva a que, los lectores, se cuestionen distintos aspectos de su propia relación con la lectura.
“Los libros son una luz, una luz que disuelve el odio y la ignorancia. Muestran nuevos caminos a seguir. A otros, les hacen ver la profundidad de la rotura, supuestamente irreparable. Los libros iluminan algo distinto para cada uno de nosotros. Los libros cambian vidas porque son cerillas, son las cerillas que encienden fuegos que muestran la grandeza del mundo, la profundidad de otros, un camino donde podemos vernos a nosotros mismos”
La biblioteca prohibida es una historia que busca que nos preguntemos cuál es el verdadero poder que tienen los libros en nuestras vidas y de cuánto deberíamos responsabilizarlos. Todo por medio de una protagonista lectora que termina cuestionándose su relación con los libros. Una historia emotiva y bonita con un lindo mensaje.
| Autor: Dave Connis Editorial: Puck – Ediciones Urano Saga/Autoconclusivo: Autoconclusivo | N° de páginas: 330 ISBN13: 9788492918805 Idioma: Español Precio: $16.900 |
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Dave Connis (Estados Unidos)-. Vive en Chattanooga, Tennessee, con su mujer, Clara, sus dos hijos (una niña y un niño) y un perro que ladra ante amenazas imaginarias. Cuando no está escribiendo literatura juvenil o infantil, interpreta las palabras de la programación de software como escritor técnico en Skuid, una empresa emergente radicada en Chattanooga. Es miembro del Consejo Jedi, gerente de las instalaciones en Sanctum Sanctorum y un hombre propenso a soñar despierto cada vez que intenta ser un adulto.
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