La nueva película de Andrés Wood (“Historias de futbol”, Machuca”) llegó hace varias semanas a la cartelera nacional, muy comentada por la crítica especializada y esperada por el público en general. Y es que alguien que no sepa quién es Violeta Parra, más allá que le guste o no, es cada vez más difícil de encontrar en nuestro país.
Aún así, el saber quién es o haberla escuchado no basta en lo absoluto para decir que la conocemos al revés y al derecho. Y es esto lo que “Violeta se fue a los cielos” nos propone. Basada en el libro homónimo escrito por su hijo Ángel Parra, nos muestra una mirada íntima, profunda y en muchos momentos metafórica de la folclorista chilena.
Con flashbacks silenciosos, un viaje entre lo real y lo ensoñador, una idiosincrasia tan propia de una persona crecida en el campo y con una vida forjada y curtida con dificultades y sufrimientos, “Violeta se fue a los cielos” es una radiografía en completo desnudo a la artista que nos permite conocer con la mayor simplicidad su persona, y de paso, parte de su obra.
El cineasta logra mezclar con un resultado muy positivo la historia linear con los deseos y obsesiones de la protagonista, con un guión inteligentemente armado entre el recuerdo y el presente del desarrollo de la película.
Francisca Gavilán, quien protagoniza la película, se entrega al papel, con una personificación sublime, y una perfecta ejecución instrumental y vocal cuando se requiere, algo lamentablemente escaso entre los actores chilenos. Se nota el trabajo exigido y el objetivo técnico más que logrado.
El resto del elenco de “Violeta se fue a los cielos” ofrece correctas actuaciones, aunque debido al poco protagonismo que poseen, no logran brillar como Gavilán.
Existe un juego de la cámara con el primer plano, con lo simple y lo detallado del rostro humano, y así traspasa la imagen el sentimiento que en cada escena aflora con una facilidad que se agradece.
En resumen, “Violeta se fue a los cielos” permite al espectador un ejercicio simple: ver una historia común, de esfuerzo, de altibajos, de pasión, de perdición y de una inspiración notable de un artista. Cómo éste viaja entre el precipicio y la idealización a veces al mismo tiempo. Y todo con una poesía visual que acompaña los compases de las composiciones de Parra que escuchamos durante toda la película.