Pensé que la había subido hace meses al sitio, pero no. Ahora es el turno de una película que no está en las sugerencias, pero que a mi parecer tiene méritos –sin ser obra maestra ni mucho menos –para ser disecada aquí. Les hablo de “La última casa a la izquierda” (“The last house on the left”); un remake –aunque ustedes no lo crean –de una cinta de 1972 del mismo nombre dirigida por un primerizo Wes Craven (“Pesadilla”, “The hills have eyes”).
En esta nueva versión Craven está presente, pero como productor. El remake está dirigido por –un primerizo también –Dennis Iliadis, y protagonizado por Garret Dillahunt (“Los 4400”, “Sarah Connor Chronicles”, “Sin lugar para los débiles”), Tony Goldwyn (“Ghost”, “El informe pelícano”, “Rapsodia americana”) y Monica Potter (“Patch Adams”, “El juego del miedo”, “Parenthood”).
Además en el reparto está Aaron Paul –a quien hemos visto en las series “Big love” y la actual “Breaking bad”- y Spencer Treat Clark –quien ha actuado en importantes películas como “Gladiador”, “El protegido” y “Río místico”-, entregándonos una variedad interesante de personajes para una historia que comienza así: la familia Collingwood tiene una casa de veraneo a orillas del lago, alejada del pueblo. Hace un año que falleció el hijo mayor.
Su hermana Mari –interpretada por una joven y hermosa Sarah Paxton –decide ir en el auto de sus padres a ver a una amiga al pueblo. Ahí es cuando conocen a Justin (Treat Clark), y, en un hecho imprevisto, también conocen a su desquiciada familia, comandada por Krug (Dillahunt), quien acaba de escapar de la policía camino a ser encarcelado. Luego todo se escapa de las manos. De todos.
La dirección es inteligente, aprovechando crear suspenso en espacios cerrados. Logra transmitir el encierro y la incomunicación en un lugar “al medio de la nada” –hecho muy recurrente en películas del género –con planos cerrados pero nítidos, secuencias de peleas excelentemente coordinadas y filmadas, y excelente uso de la escasa iluminación que exige el guión. La acción sucede con rapidez, con una historia cargada de escenas de tortura, violencia desmedida y unos planos cerrados que incluso estimulan al espectador a sentir lo que deben sentir sus singulares personajes.
El suspenso se mantiene durante todo el desarrollo de “La última casa a la izquierda” y, si bien creemos encontrarnos frente a la lucha de supervivencia entre el bien y el mal, nos percatamos a medida que pasan los minutos que puede que el bien y el mal estén más cerca de o que pensamos. Y en esto radica la novedad de la película. Existe un límite que vemos tan lejano, pero que se acerca cada vez más, con sólo un par de hechos que desencadenan una espiral de violencia.
Krug y su “equipo” llegan a un lugar donde no saben qué ocurre, y aquello proporciona a la historia un giro argumentativo muy importante y valioso. Podemos disfrutar de un producto concebido como terror, que posee una fuerte cuota del drama más doloroso como es el brutal ataque a un ser querido. Tanto la víctima directa –en una brillante actuación –como las indirectas sufren el mismo terror y dolor, con la diferencia que los últimos pueden hacer algo para equipara las cosas.
Las actuaciones son buenas, con un puñado de personajes perturbados e inestables, permiten mezclarse en acción con otros mucho más compuestos y tranquilos; y se puede ver una brillante manifestación de personalidades cambiantes a merced de la situación y el escenario que los rodea, revelando lo más recóndito del ser humano.
“La última casa a la izquierda” es una película que violenta con crudas escenas, que conmueve con dramáticas secuencias perfectamente filmadas, y que sorprende –o tal vez no tanto a algunos –demostrándonos lo más peligroso del ser humano: una mente sin límites. Totalmente recomendada –yo vi la versión sin censura –para amantes del terror sangriento y morboso, y de las atmósferas de suspenso asfixiantes. No apta para estómagos débiles.