SINOPSIS: Historia basada en la novela de Kazuo Ishiguro, con un tono romántico-melancólico y leves elementos de ciencia ficción. Sigue las desventuras de tres adolescentes con una característica especial en común. Como niños, Kathy (Mulligan), Tommy (Garfield) y Ruth (Knightley) pasan su infancia en Hailsham, una escuela inglesa aparentemente idílica. Cuando salen de la escuela y la terrible verdad de su vida les es revelada, deben afrontarla así como sus profundos sentimientos de amor, celos y traiciones que amenazan con separarlos.
TÍTULO ORIGINAL: Never Let Me Go
AÑO: 2010
DURACIÓN: 103 min.
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Mark Romanek
GUIÓN: Alex Garland (Novela: Kazuo Ishiguro)
MÚSICA: Rachel Portman
FOTOGRAFÍA: Adam Kimmel
REPARTO: Carey Mulligan, Keira Knightley,
Andrew Garfield, Sally Hawkins, Charlotte Rampling
GÉNERO: Romance / Drama / Ciencia ficción
Después de su segunda incursión –y la primera conocida –en los largometrajes en el año 2002, con un excelente Robin Williams como el callado pero desquiciado Sy, en la interesante “One Hour Photo” (“Retratos de una obsesión”), Mark Romanek nos trae su nueva película casi una década después.
“Never let me go” –título pobremente adaptado al español como “Nunca me abandones” –se escapa del thriller y el horror mostrado en la cinta antes nombrada, pero sigue embarcada en un drama, muy profundo, con una historia romántica tan clásica como contemporánea, pues con el aderezo de la ciencia ficción que mueve los hilos argumentativos del guión nos encontramos con una madurez reconocible a la distancia.
El trío protagónico ofrece un complemento pocas veces visto, con personajes claramente diferenciados, sin caer en clichés ni caracterizaciones estereotipadas, pero movidos por el poder de la amistad, los celos y el dolor que se mantiene guardado.
Si bien el argumento respecto a la donación de órganos es algo ya visto –y no nombraré otras películas para no matarles el disfrute de ésta –lo que diferencia a “Never let me go” de otras es que ese argumento es sólo la base para contarnos una historia de amistad y romanticismo que en sí es lo más importante.
Existen problemas con el desarrollo de la película, debidos principalmente a tramas secundarias que se abren dándoles una importancia grande, pero que al final no son resueltos y se dejan en el olvido, como el tema de los “Posibles” o el tema de la ética que sólo es pincelado al final, a pesar de estar implícito desde un comienzo, pues no se da opinión alguna sobre estos tópicos fundamentales para que la historia logre seriedad o fuerza por sí sola.
Así, “Never let me go” logra un cometido que no debiera ser su interés primordial, pues nos preocupamos de las andanzas de amor y desilusión y amor nuevamente de los protagonistas, pero le restamos valor a la aberración que se comete a nivel inclusive mucho mayor que el internado donde pasan su infancia y adolescencia.
A nivel actoral Andrew Garfield (“Red Social”) ofrece la mejor actuación, a pesar que es el que aparece menos, con el personaje más complejo de la historia; Carey Mulligan (“Wall Street 2”) está aceptable, con su sufrimiento palpable a ratos pero demasiado imperturbable la mayoría de las veces; y por último una Keira Knightley que tiene el papel menos querible, y también el menos logrado de la cinta.
Con esto, se intentó hacer prevalecer un drama sobre la historia de ciencia ficción, y en muchos espectadores puede lograrse y hasta agradecerse, pero luego de pensarlo nuevamente, nos damos cuenta que la ciencia ficción prevalece de todas maneras a la fuerza y que, teniendo todo al alcance de la mano, esta vez Romanek no logra realizar una cinta memorable o que al menos se destaque sobre el promedio.
Puntos positivos: la fotografía donde prevalece el nublado, el tono pastel de la visual que remarca el mensaje de desvalidez frente a los obstáculos que se presentan, la música, con simples pero precisas piezas a cargo de Rachel Portman –que ya había podido disfrutar en la banda sonora de “La casa del lago” –y la canción que le da el título a la película interpretada por Jane Monheit para el personaje ficticio Judy Bridgewater.
Lo mejor, lejos, es la reflexión del personaje “más principal” sobre la vida y la muerte en los últimos segundos de la película. Lo demás, un melodrama que reafirma su mismo director al indicar qué esperaba de la reacción del espectador: “La película es para recordarle a la gente qué es importante, como el amor, el comportamiento y las amistades”.