SINOPSIS: La película son sitúa en el año 1810, cuando, después del naufragio de su barco, un comerciante arruinado se ve obligado a exiliarse en el campo junto con sus seis hijos. Entre ellos, se encuentra Bella, la más joven de sus hijas, y también la más alegre y llena de gracia.
Sin embargo, los problemas del comerciante, en vez de desaparecer, aumentan cuando la Bestia, que reina sobre el mágico reino en el que él vive con sus hijos, le condena a muerte por haber robado una rosa. Entonces, Bella decide sacrificarse ella en lugar de su padre, y se va a vivir al castillo de Bestia. Allí, no encuentra la muerte, sino una extraña vida que combina momentos de alegría con otros de melancolía, magia y tristeza.
Una nueva re-versión del clásico europeo “La bella y la bestia” aterriza en la cartelera nacional para llenar de brillo y fantasía la pantalla grande. Y como su mismo director lo comentó, esta es una adaptación muy libre del cuento original. Y la verdad es que aparte de los personajes y la base argumentativa, el desarrollo de esta nueva historia es muy distinto.
Hay un juego con la fantasía más cercana a la ciencia ficción en parte, y en otra más cercana a la acción, en contraposición al drama y el romance de la versión “oficial”.
Pero en “La bella y la bestia” vemos el mismo problema de la versión de “Alicia en el país de las maravillas” de Tim Burton. Mucho ruido, pocas nueces. O muchas nueces, pero sin contenido.
Esta película es una belleza visual, nada que decir, para ver en un cine 100% digital y deleitarse de los detalles y la magnificencia que puede lograr la computación. Pero más allá de eso, su desarrollo de diluye constantemente entre lo que dice y lo que se olvida de decir.
“La bella y la bestia” posee una historia insulsa, sin brillo, con clímax que no se aprovechan y con actores que se desperdician totalmente (como la propia protagonista Léa Seydoux y el magnífico Vincent Cassel).
El otro gran problema es que el director no se decide nunca a qué público dirige su obra. Hay momentos muy infantiles, otros muy adultos para un “todo espectador +7” y otros que bailan en una suerte de representación de adolescencia-inmadurez anodina que no interesa a nadie y que no influyen mayormente en la historia.
Hay humor, pero mínimo, hay drama, pero tampoco suficiente. Lo que hace de “La bella y la bestia” una película sin sabor, y que en sus poco más de cien minutos solo logra deslumbrar en lo visual, pero queda con una deuda en su guión, principalmente porque no se deja ver con fluidez ni fuerza.
Director: Christophe Gans |